La importancia de la postura y la respiración y la ausencia de la mente en zazen
Zazen también es nombrado como “meditación
zen”
La práctica constante y metódica de zazen es el verdadero
secreto del Zen.
Zazen no es nada fácil, es la verdadera meditación,
la mas compleja y a su vez mas elevada, pero si lo ejercitamos diariamente es muy
eficaz para la expansión de nuestra conciencia y el desarrollo de la
intuición.
Zazen no sólo nos acerca a conocer una enorme
energía interior, es conocida universalmente como una posición de despertar a
una nueva conciencia.
Durante su práctica no es necesario obtener algo,
ver algo o sentir algo, aunque esas cosas pasen. Su objeto es sólo la
concentración en la respiración, la posición del cuerpo y la actitud de la
mente.
La posición
Sentado preferentemente en el centro del zafu
(almohadón redondo) se cruzan las piernas en la postura de loto o medio loto
o sucasana, según la posibilidad de quien lo practica.
Lo ideal es apoyar nuetras rodillas en el suelo o en
el zabuton (paño acolchado que separa el piso del zafu) en cualquiera de las
tres posturas antes mencionadas.
En la postura del loto el empeine de nuestros pies
oprimen en ambos muslos unas zonas en las que se encuentran algunos puntos
importantes de acupuntura que correspondientes a los meridianos del hígado, el
riñon y la vesícula.
La pelvis ligeramente inclinada hacia adelante en
toda la zona lumbar a hasta la quinta vertebral, la espalda bien recta y en
posición vertical, nos asentamos en la tierra con las rodillas y el cielo con
la cabeza como si tiraramos de un hilo desde el centro de ella. El mentón recogido,
la nuca erguida, vientre distendido, nariz en línea vertical con el ombligo,
sin inclinación alguna hacia los lados, como si fueramos un arco tendido cuya
flecha es nuestro propio espíritu en dirección al cielo.
Una vez que logramos esa postura, con el pulgar
dentro de los puños cerrados y apoyados ambos sobre los muslos en una zona
próxima a las rodillas, nos balanceamos hacia ambos lados con la espalda
recta unas siete u ocho veces bajando la intensidad del movimiento hasta
encontrar una postura cómoda y relajada pero con nuestra espalda en una
perfecta vertical.
A continuación se saluda “gassho” Su significado japonés es “las palmas de las manos juntas”, o “dos
manos que se juntan” es una antigua
expresión de saludo, de petición, de
gratitud, de veneración o súplica. El hecho de que las dos manos (dualidad)
estén juntas es una expresión de “una sola mente”. Algo similar a “Namaste”
saludo Hindú en la que la palma derecha representa nuestro lado espiritual y
la izquierda nuestro cuerpo físico, ambos juntos se unen y muestran un saludo
de respeto hacia quien tenemos delante en una postura libre del ego como si
dos almas se encontraran frente a frente mostrando respeto el uno al otro.
Decíamos entonces que para esto se juntan ambas manos palma con palma, con la punta de los dedos a
la altura de los hombros, los brazos se mantienen horizontales. Luego se
colocan la mano izquierda sobre la derecha, las palmas hacia el cielo y
contra el abdomen; los pulgares permanecen tocándose levemente por su
extremidad y en posición horizontal, las falanges de los dedos mayores
coincidentes en su centro y el resto de los dedos acompañando de manera que
quede una concavidad hacia arriba.
Los hombros caen con naturalidad, sueltos pero
ligeramente retirados hacia atrás. La punta de la lengua toca el paladar a la
altura del nacimiento de los dientes frontales. La mirada posada a un metro
de distancia y a 45 grados. Debe estar dirigida hacia el interior. Los ojos, entornados
no miran nada solo permanecen asi.
Atención en la respiración
Esto es algo igualmente importante que la postura.
La respiración nos conecta con la vida inhalar es lo primero que hacemos al
nacer y exhalar es lo último que hacemos al morir, en medio de ello esta toda
nuestra vida.
En Zazen la respiración es lenta, profunda y suave siempre
por la nariz concentrándonos en la exhalación llevando nuestro vientre hacia
adentro en forma natural y masajeando nuestros órganos internos, nuestro
intestino, al soltar la tensión leve que la exhalación genera sobreviene el
ingreso de aire en forma natural sin esfuerzo alguno. Debemos mantener un
ritmo lento y parejo.
Algo tan sencillo como la correcta respiración es la
base de una vida sana, apacible, plena en cuerpo, mente y espíritu.
La actitud de la mente
Cuando la postura es la correcta y la respiración la
indicada solo sobreviene el estado de no mente.
A medida que vamos manteniendo la atención en la
postura y en la respiración comienza a mejorar la circulación sanguínea en
todo nuestro cuerpo, los pensamientos que parecían imparables comienzan a
detenerse pueden aparecer sensaciones de bienestar, de paz de armonía y
aquellas capas internas de nuestra corteza cerebral que parecía dormida
comienza a despertarse y a percibir mas allá de la visión, comienza una
conexión con otros planos de conciencia, que mas allá de la ensoñación
aparente nos permite despertar.
El sistema
nervioso central se relaja, nuestro cerebro “primitivo” entra en
una plena actividad lejos de los pensamientos y los mandatos culturales. Comenzamos
a sentir que estamos atentos y receptivos a todo comenzamos a conectarnos con
esa sabiduría ancestral que nos permite conocer nuestra propia sabiduría
interior, aquella que no se aprende de los libros, sino de la vida de miles
de años de pueblos antiguos, de la naturaleza, del universo. Aquellas cosas
que parecían conflictivas aparecen a la luz, como simples y sencillas, sin
contradicciones, sin esfuerzo de pensar.
Los pueblos mal llamados primitivos (asociando
primitivo como bruto o falto de cultura) han conservado un cerebro profundo
muy activo. La civilización occidental fundamentalmente los ha educado,
refinado, y tal complejidad intelectual ha hecho que olvidaran la fuerza, la
intuición, la sabiduría ligadas al núcleo interno del cerebro.
Es por eso que el Zen bien practicado es un tesoro
inestimable para el hombre de hoy, para el que tiene ojos para ver y oídos
para escuchar.
La práctica regular de Zazen nos da una nueva visión
del mundo, de las cosas, de la vida; descubrimos lo que somos en realidad y
nos reencontramos con nuestro propio ser nuestro origen, el origen de la vida.
Sentados en zazen, al principio somos todo
pensamientos, que esto que estoy haciendo, para que, no siento nada, me duele
el cuerpo, se me duermen las piernas etc etc, todas excusas de lamente para
evadirnos del momento. Con el correr del tiempo y siempre asentados en la
respiración y la postura vamos dejando la mente a un lado y comenzamos a ver
pasar los pensamientos como nubes en el cielo, con una actitud de expectador,
ya no somos la mente, ya no nos molesta la mente, ya no nos dice que hacer ni
cuestiona lo que hacemos, solo se relaja y se vacía de a poco hasta
permitirnos disfrutar del encuentro con nosotros mismos, del gozo que produce
y la paz interior que se acrecienta en cada sentada. No buscamos nada, no
pretendemos nada, solo saber quienes somos y cual es nuestro darma en la
vida. El Zen es muy simple y al mismo tiempo difícil de comprender a través
de la mente, solo se comprende a través de la no mente, la repetición, la
constancia, la postura y la respiración. Solo así podremos llegar a
comprender el Zen y por medio de este, la naturaleza de Buda.
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